Por: Miguel Angel Pino

La experiencia de desarrollo urbano sustentable en Brasil está mostrando cada vez más fuerza e interés entre inversionistas, diseñadores y autoridades locales, convirtiéndose en una oportunidad sin precedentes en América del Sur para consolidar el campo del urbanismo como una herramienta de desarrollo económico, social y ambiental que orienta a nuestra región hacia un posición privilegiada para el crecimiento responsable de la mano del ejercicio profesional de arquitectos, ingenieros y urbanistas; recuperando el prestigio desarrollado por los grandes líderes de la disciplina en la primera mitad del siglo XX en este país.

Sin duda, los desafíos son enormes y los riesgos también, pero tenemos la obligación ética de ayudar a planificar el establecimiento de estos lineamientos, teniendo siempre en cuenta a las personas de las generaciones presentes y futuras. Facilitar la movilidad regional entre territorios, brindar acceso a información georreferenciada, medir constantemente el desarrollo urbano, debe ir acompañado de la adquisición de conocimientos y lecciones aprendidas por las generaciones predecesoras, observando las dificultades que presentan las decisiones erróneas. Como tal, las fronteras del conocimiento no pueden estar limitadas por fronteras políticas, ideológicas y territoriales. Tenemos que estar dispuestos a compartir nuestras habilidades con nuestros pares e integrar experiencia multidisciplinaria.

Tuve  el privilegio de trabajar en ese querido país que es Brasil durante 5 años, así como también el beneficio de haberme formado en una estructura disciplinada y rigurosa -pero profesionalmente limitada- como Chile. Si bien, las políticas públicas en el área de desarrollo urbano en nuestro país se vieron fortalecidas por la creación del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, entidad que inteligentemente amplió su campo de acción al territorio rural, falta voluntad política legislativa en el congreso para normar y regular el mercado de suelo y su protección socioambiental; así como ampliar las facultades sectoriales para fiscalizar y entregar atribuciones a los gobiernos regionales para instrumentalizar las estrategias regionales de desarrollo. Esto último, sólo será eficaz en la medida que éstas maduren y dejen de actuar como financistas de iniciativas carentes de estrategias y sean capaces de construir colaborativamente un plan continuo de desarrollo para los territorios urbanos y rurales. En ese sentido un modelo de gobernanza público – privado y vinculado con la visión de la sociedad civil es el ejemplo a seguir de nuestros vecinos atlánticos.

Estoy convencido de que las buenas intenciones y las acciones correctas no tienen límites de alcance en esta nuestra maravillosa Sudamérica. Los invito a colaborar y tener el deseo de crecer en el desarrollo de ciudades y territorios, con una mirada más amigable, responsable e integradora hacia nosotros y las generaciones que nos siguen. Agradeciendo el espacio virtual para compartir ideas de Ciudad y Territorio, redacto estás líneas mientras aguardo el vuelo que me lleva de regreso – temporal – a mi segunda tierra prometida , la del «jogo bonito», caipirinhas y feijoadas; desde donde espero traer novedades para compartir en cuanto a nuevos conocimientos e innovación.

5 de octubre de 2024